Un mal día

Esta mañana, como de costumbre, mi jefe ha tenido un mal día y he pagado los platos rotos. No se qué partida presupuestaria se ha salido de madre y mi jefe, en lugar de comprender que toda el personal es responsable de hacer las cosas razonablemente bien (y no por inercia), se empeña en obligarnos a hacer de niñera del resto del mundo, lo cual, aparte de inútil, no es responsabilidad nuestra.

Así que para intentar descargar las iras hacia otro objetivo, he intentado buscar un mail salvador de hace unos meses, y me he topado de bruces con todos los mails que nos cruzábamos cuando estábamos juntos. No he borrado ni uno sólo. No es mérito tuyo ni una muestra de romanticismo melancólico: nunca borro ningún mail.

Y no he podido resistir la tentación de leer algunos. Bastantes. Muchos. Demasiados. Todos...

Allí estaban tus ánimos cuando tenía algún problema, tus problemas con algunos compañeros, nuestras discusiones, nuestros buenos días, nuestros "te quiero mucho", besos, ¿sales pronto?, ¿pasas a por mí?, corrígeme esta carta...

He revivido las discusiones cuando vi que todo eso no era más que fachada, y que mi alma me había abandonado hace tiempo en el camino. Me he detenido en tus mensajes de ánimo-todo-saldrá-bien, y los intentos por volver a la normalidad, y las lágrimas por lo que se iba esfumando. Cómo duelen los fríos mensajes acordando cómo disolver nuestra vida en común, y los accesos de ira al ver que todo lo que habíamos construido con amor e ilusión se reducía a dinero.

He sentido la tentación de llamarte o escribirte un mail. Necesitaba saber que estabas bien, oir tu voz que hace tanto tiempo me cautivó, y saber que no habías desaparecido. Pero he recordado la última conversación que tuvimos y me dije: mejor no. Discutimos, peleamos, nos enzarzamos como nunca en una pelea de gallos sin ningún sentido, y acabó cuando pronunciaste una frase que creo que nunca dejará de venirme a la cabeza al menos una vez al día: "No vuelvas a llamarme. Estaré bien. Y en cualquier caso, ya no es asunto tuyo".

Touché. Es cierto. Casi matemático. No hay nada que discutir. He apartado la mano del teléfono al tiempo que una lágrima rodaba por mi cara.

Soy completamente consciente de que no has tenido nada que ver con lo que me ha pasado hoy. Pero por tí, he tenido un mal día.