Feelings

A fuerza de los golpes y los desengaños que la Vida te propina, te acustumbras a no mostrar tus sentimientos, a quedártelo todo dentro. Es una situación muy cómoda: nunca dices nada que te pueda delatar, nunca notan nada que de pié a preguntas insidiosas (en el mejor de los casos), no te implicas, te apartas, parece que nada te afecte, no notan, no trasmites.

Pero no es más que fachada. Nadie controla su corazón ni sus sentimientos. Todo aquello dentro de tí bulle como en cualquier otro. Sientes. Eres dichoso por sentir y tremendamente desdichado por no ser correspondido. Como cualquier otro. Pero tú lo sufres en silencio. Porque nadie sabe que lo sientes, que sufres, que hay algo que no muestras. Eres bueno en no mostrar ni el más mínimo cambio externo. Hermético. Hierático. La procesión va por dentro. No has probado el detector de mentiras, pero a lo mejor lo pasabas.

Todo por miedo. El miedo más irracional que puedo concebir. El miedo a no ser aceptado, a quedarte solo, a estar apartado, a no encajar. Por eso te amoldas, para aparentar lo que crees que los demás buscan. Pero en realidad eso es sólo una coraza. Nunca saben lo que piensas, ni lo que sientes. Lo quieres así, y así lo buscas.

Y así lo consigues. Hasta que un día, entre la disyuntiva de aflojar la presa o morir en el intento, dejas escapar un sentimiento fuera de la jaula. Y llegan los malentendidos. "Ah, pero ¿tú ...? Vaya, pues lo siento por tí". No te tienen en cuenta, porque no saben que pueden tenerte en cuenta. Se asombran. No se lo esperan. Ves la mueca en su cara. Mueca de sorpresa, incomodidad, casi de asco y repulsa. Es la mueca ante lo desconocido, ante lo que se sale de lo esperado. Que tengas un corazón que siente rompe sus esquemas, es nuevo, ni se lo imaginan, cambia su concepto del universo establecido. Y los cambios siempre generan rechazo.

En ese momento las palabras amables y las palmadas en la espalda poco pueden hacer para que no pienses que, paradojas de la Vida, sufres los mayores rechazos, esos que marcan durante toda la vida, cuando intentas que te acepten la única vez que te atreves a mostarte tal cual.

Confesión (II)

Nunca me arrepentiré de lo que hice. Nunca. Lo hice porque quería hacerlo, y estaba convencido de que era lo que tenía que hacer. Ahora, visto en perspectiva, creo que me equivoqué al aguantar tanto, al permitir tanto, al poner tanto de mi parte para que funcionara. Y una de las consecuencias desagradables es que desde que estaba con mi ex, no he quedado con otra gente tanto como antes, ni he cultivado mis pobres habilidades sociales, que si ya eran pobres, han quedado más que atrofiadas.

Sabía que estaba descuidando al resto de personas de mi entorno, gente que me apreciaba, que me resultaba interesante, a la que yo insteresaba, pero me parecía más importante nuestra relación, así que ocupaba prácticamente el 120% de mi tiempo en hacerla funcionar.

¿Y qué pasó? Pues que cuando te enfocas en algo demasiado, y lo pierdes, no tienes nada más, que es lo que me pasa ahora. Ahora que hemos roto me encuentro SOLO, no solo en el sentido de sin-pareja, sino casi sin amigos, casi sin contacto con otra gente más que cuando voy a mi tierra o en el curro o en el chat.

Es durísimo, increíblemente duro. Pero de todo se aprende, e intento corregir la situación a marchas forzadas, aunque con más pena que gloria, para qué negarlo.