Libros

Una buena amiga me decía hace tiempo que Internet le causaba estrés porque la hacía sentirse pequeñíta y abrumada ante la cantidad tan ingente de información que nunca sería capaz de asimilar o ni siquiera leer. Un sentimiento similar me invade cuando entro en alguno de los hipermercados de cultura que desde hace tiempo se han puesto de moda, léase Fnac o similares. Casi siento que me caen encima las estanterías llenas de volúmenes de escritores más o menos conocidos (o completamente desconocidos, lo siento) cuando paso demasiado cerca de ellas y veo las baldas combarse bajo su peso.

Cuando tengo que buscar algo determinado, caigo en la tentación de tales seres, que me engullen para dejarme huir bastante tiempo después del que sería estrictamente necesario para realizar mi compra. Al fin y al cabo, sé a lo que voy e intento no coincidir a la vez que la marea de domingueros culturetas que creen que las buenas novelas son los best-seller (alguna hay que si, pero normalmente no). Pero no puedo evitar el quedarme a husmear, a hojear, a echar un vistazo, a curiosear... y a picar. Siempre pasa igual. Entro a por algo, y salgo con más de lo que he ido a buscar, incluso si no encuentro lo que buscaba...

Pero cuando quiero sorprenderme, voy a librerías antiguas, de segunda mano o al rastro, donde el placer no está en encontrar lo que buscas, sino en encontrar sin buscar. Normalmente estos establecimientos tienen el mismo sentido del orden que las tiendas de los chinos, las antiguas tiendas de los veinte duros; es decir, ninguno. Bien, especifico, ningún sentido para cualquiera que no sea el dueño, que parece que tenga todo el inventario en la cabeza, y contesta sin vacilar si tiene lo que buscas. En estas librerías, buscar es inútil, símplemente me sumerjo en ellas y navego de estante a estante hasta que hay algo que me llama la atención y me lo llevo.

Los libros son casi un fetiche. Me gusta tener libros casi tanto como leerlos. Casi todos los libros que he leído, los he leido más de una vez. Otros son desechables, superficiales, los lees y más o menos es un estorbo quedártelos. Me gusta cómo huelen las librerías, esa mezcla de olor a papel, tinta, cola... Me gusta el ruido que hacen al separarse entre sí las páginas recien salidas de la imprenta. Me gusta el polvo que se acumula en los libros. O el tono amarillo que toma el papel al paso del tiempo... Todo.

Divino trabajo

Trabajo para vivir, como cualquier otro. Mi vida está aparte del trabajo, y lo necesito por el dinero. Evidentemente me gusta, y menos mal: paso más tiempo en el trabajo que con cualquier otro tipo de actividad. Pero la razón principal no es el altruismo ni la diversión ni la realización personal ni nada parecido. Es el dinero. Si pudiera conseguir dinero de otro modo, no creo que nadie trabajara.

Últimamente vivo para trabajar. Me permite olvidarme de lo destruida que está mi vida fuera del trabajo. Llego a la oficina e intento abstraerme de todo, concentrarme única y exclusivamente en temas como la montaña de papeles que cubre mi mesa, los cientos de e-mails que sobrecargan mi cuenta cada semana, o los gritos del imbécil prepotentede mi jefe. Cualquier cosa por olvidarme de lo que me espera fuera cuando, a las tantas de la tarde, cierro el ordenador y vuelvo a la triste realidad de comida en conserva, tele sin compañía y cama a medio deshacer. Es penoso tener que refugiarse en un entorno tan falto de humanidad como el de las oficinas de una corporación con tal de huir de la agobiante soledad que me envuelve. Pero es así.

Bueno, no nos rasguemos las vestiduras. Ya le cogeré el aire.

Olvidar

Ya he comentado que tengo he dejado a mi esposa después de 8 años. He dejado atrás esa vida por decisión propia, pero es evidente que los recuerdos no quedan atrás, sino que te acompañan hasta el fin de tus días. La huella que deja tanto tiempo es indeleble.

Nadie se pregunta porqué no hablo más de ellos? Porque el pasado no está aquí, no se puede vivir de ello. Hay que mirar hacia adelante. Esto es lo que me diríais. Y teneis mucha razón. Pero no es completamente exacto.

Quiero olvidar.

Mi amigo

Cenando hace tiempo con uno de mis mejores amigos, surgió el tema de las crisis en pareja. El amigo en cuestión, soltero de carrera, dijo:

- Siempre que alquien me cuenta sus dudas de pareja y me pregunta qué hacer, le digo que corte.
- Cómo? Menudo consejo. No puede ser, hay otras oportunidades. Por qué?
- Si dudas es que no estas seguro; si no estás seguro de lo que haces, no lo hagas.

Desde que aplico esta última frase a todas mis actuaciones, me va mucho mejor.

Asignatura pendiente

Estás nervioso, el pulso agitado, la respiración fatigada, no pudes controlar los tics, te levantas y andas, no aguantas más de un minuto sentado, no comes, no bebes, empiezas diez veces ese post y otras tantas lo borras, el corazón a punto de salirse de tu boca.

Tanto esfuerzo no tiene ninguna justificación. Relájate y piensa en el futuro, en tu futuro. Nadie se va a preocupar de tí mejor que tú mismo. Eres tú quien tiene que cuidar de tí.

Eres tu asignatura pendiente más importante.

Pensar en positivo también es decir "NO"

Hay un montón de cosas a las que debería haber dicho "no". Y no lo hice. Y así me vá. Y encima paso por tonto.

Visto lo visto, la frase del título es lo más cabal que he descubierto desde hace mucho tiempo. Mi consejo es que huyais de cualquiera que os diga que pensar en positivo se limita a pensar en cosas como "Todo va a salir bien", "Hay que tener confianza", "La próxima vez irá mejor". Eso está muy bien para intentar amortiguar los reveses de la vida, pero éstos llegan antes o después. A lo que me refiero es a plantear la situación de forma preventiva, a intentar minimizar los golpes o, al menos, sus efectos. Haciendo repaso de mi vida, he descubierto que podría haber evitado muchos dolores de cabeza si me hubiera plantado en determinado momento y hubiera dicho "NO".

Concienciarse de que, a veces, es beneficioso decir que no, es algo difícil, no os creais. Cualquiera de nosotros quiere ser agradable, caer bien, hacer pensar a los demás que estará dispuesto a ayudar,... Pero más como parte del juego social que como sentimiento sincero. Bueno, allá vosotros. En mi caso fue hace tiempo cuando decidí no hacer esto. Intento diferenciar la gente que no me importa, con quien quiero tener un trato cortés aunque que no sea sincero, de la gente que de verdad significa algo para mí, y con quien quiero tener un trato sincero, aunque no sea cortés.

Que nadie se equivoque cuando ofrezco mi ayuda sin que la pidan, me preocupo de forma espontánea o llamo por teléfono sin que sea por contestar a otra llamada previa: soy sincero. Y, aunque sea descortés, cuando digo "NO", también soy sincero: en ese momento he llegado a la conclusión de que esa forma de comportarme es la mejor para todos a medio-largo plazo. Puedo equivocarme, como todo el mundo, pero lo que nunca quiero volver a sentir es que dejo de ser auténtico con la gente que quiero que me conozca como soy.

Pero cuando esos actos son adornados con toda la parafernalia y fraseología de los convencionalismos sociales, no soy yo. Digamos que actúo conforme se supone que debo. Bien, esto es algo que me había propuesto desterrar de mi comportamiento, pero ya que puedo separar con quien hago cada cosa, dejadme la licencia de ser yo mismo con los que yo quiera. Total, el resto no me importa y creo que el sentimiento es mutuo.

Al final la consecuencia de todo esto es muy sencilla: la mejor forma de que la gente me conozca es por mis actos, así que hago que éstos sean lo más sinceros posibles. Con la gente que me importa y, sobre todo, conmigo mismo.

Nunca renuncies a tus sueños

No suelo hacer esto, pero vale la pena que lo veais.

Paradoja

Parque empresarial.

(Al que inventó esto tendrían que matarlo, por capullo)

Llueve

Todo el mundo menciona el día tan bonito que hace cuando luce el sol y no hay nubes en el cielo y se les alegra al cara porque aun es de día cuando salen de la oficina y se pueden sentar en una terraza delante de una caña bien fría.

Pero a mí me encantan los días de lluvia. Me gustan cuando llueve a cántaros y no quiero salir de casa y me acurruco en algún rincón con un libro, cerca de la ventana para ver las nubes grises descargando toda el agua que pueden y las gotas de lluvia repiqueteando en el cristal. Abro la ventana y me quedo resguardado mientras, a unos centímetros de mí, sigue cayendo la lluvia como una cortina de agua. Cómo disfruto con el escalofrío que recorre mi espalda cuando la fría y húmeda brisa me alcanza.

Pero si no llueve tanto, me encanta salir a pasear. No sonriais con malicia, ni penseis que estoy chalado. Me gusta salir a andar bajo la lluvia, mojarme, salpicar. La gente anda encogida en posturas imposibles para mantener la cabeza debajo del paraguas. Andan rápido o corren para guarnecerse bajo un portal. Yo no. Camino tranquilamente sin correr, el agua recorre mi cara, mi pelo chorrea, admiro el paisaje de la forma que dicen los entendidos que hacen los artistas: la luz del día es muy diferente, más pálida, pero más bella, melancólica. Las calles mojadas tienen un brillo especial bajo esa luz. Las gotas de agua resbalan por las hojas de las plantas.

Lo mejor viene al llegar a casa, cuando me seco y me cambio la ropa mojada. De estar desamparado y sólo frente a los elementos, me siento arropado y protegido. Intento llegar siempre con tiempo suficiente para disfrutar de ese instante. Me desnudo, me seco concienzudamente, me visto con algo cómodo y me arremolino en el sofá con la calefacción puesta hasta que entro en calor. El tacto de las prendas secas sobre mi piel helada me produce un placer muy sensual, como una caricia o un abrazo.

Lo único que lamento es que no acabe con una sensación similar a un orgasmo, sino que se va apagando poco a poco hasta que desaparece. ¡Nada es perfecto!

I miss...

Echo de menos tantas cosas…

El calor de un abrazo espontáneo, Hacer la compra acompañado, Que me escuchen, Una cena íntima, Una discusión a tiempo,Lágrimas sinceras, Enfadarme porque alguien ha dejado abierta la puerta del baño, Risas sin motivo, Que me griten, Besos húmedos, Una película en el sofá con ella durmiendo en mi regazo, Una conversación a la luz de las velas, Poner en la lavadora ropa que no es mía, Que no tenga que hablar para hacerme oir, Caricias suaves, Unos vinos en un bar lleno de humo, Que confíen en mí, Manos que me exploren, Que me reconforten, Tropezar con otro cuerpo cuando me doy la vuelta en la cama, Cocinar para más de uno, Que me comprendan, Mordiscos y arañazos, Alguien que me pida a regañadientes que baje la persiana por la mañana, Que no tenga que explicarme para hacerme comprender, Un cuerpo que explorar, Confiar en alguien.

Cosa de dos

Me crucé con ella ayer, en la calle, sin que ninguno de los dos se lo propusiera, dos transeúntes anónimos en la ciudad, cada uno a lo suyo, sin más ánimo que acabar pronto sus asuntos y volver a sus casas. Pero allí estaba, frente a mí, en la otra acera, a punto de cruzar el mismo semáforo que yo pero en sentido opuesto.

Era la reencarnación de todo lo que he estado buscando. Su figura y su forma de andar y moverse decían todo aquello que había en su interior. Seguridad, carácter, ternura, delicadeza, firmeza. Todo junto, en su justa medida, en su justo momento. Sabía como era, como pensaba, como opinaba, como reía, como besaba, sin ni siquiera haber intercambiado una palabra con ella.

Dicen que en el justo instante de tu muerte, toda tu vida pasa ante tus ojos como una película a una velocidad endiablada. En aquel momento pasó ante mis ojos toda nuestra vida imaginada, los dos juntos, todo como una cascada de imágenes desbordada ante mis ojos: risas, abrazos, peleas, desayunos, alegrías, viajes, caricias, cenas, sexo, masajes, besos, charlas, tristezas, …

Me miró. Fue un momento maravilloso. Creí desfallecer. No pude apartar los ojos. Soplaba un poco de brisa, así que el ademán que vi no se si era para apartarse el pelo de la cara o de desprecio porque se había dado cuenta de mi mirada. Pasó cerca de mí sin detenerse, con paso firme, la mirada al frente. Después desapareció entre el gentío.

Y allí me quedé, desconsolado y fuera de lugar, como siempre, sin saber si seguirla o continuar con lo que quiera que me hubiera llevado hasta allí, que ya había olvidado lo que era. Indeciso y acobardado. El sonido del claxon de un autobús que casi me atropella sirvió para devolverme a la realidad. Volví a ser el de siempre, indeciso, tímido, miedoso, una persona gris en medio de un mundo gris.

Esto es sólo una anécdota, pero sirve para ilustrar más o menos lo que pasa cuando no eres el hombre de la vida de la mujer de tu vida.

Buenas noticias

No todo son calamidades. Mi abogado dice que los papeles del divorcio irán rápidos. Me voy a quedar en la ruina, pero al menos más tranquilo.

Y sobre todo, siendo yo mismo.
Ya os iré contando.

Madura

Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan
y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.

Si esperas en tu puesto sin fatiga en la espera.
Si engañado, no engañas,
Si no buscas mas odio que el odio que te tengan...

Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres,
Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.
Si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo.
Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.

Si tropiezas el triunfo, si llega tu derrota,
y a los dos impostores les tratas de igual forma.
Si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofismo del orbe encanallado.

Si vuelves al comienzo de la obra perdida,
aunque esta obra sea la de toda tu vida.
Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría
tus ganancias de siempre a la suerte de un día,
y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.

Si logras que tus nervios y el corazón te asistan,
aun después de su fuga de tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo cuando no quede nada,
porque tu lo deseas y lo quieres, y mandas.

Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud.
Si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz.
Si nadie que te hiera, llegue a hacerte la herida,
Si todos te reclaman y ninguno te precisa.

Si llenas un minuto envidiable y cierto,
de sesenta segundos que te lleven al cielo....
Todo lo de esta tierra, será de tu dominio,
y mucho mas aún,
serás hombre, hijo mío.

("If", Rudyard Kipling)

Muy Honorable Señorita Tristeza

Quiero, ante todo, expresarle mi más absoluto agradecimiento por haber tenido la deferencia de hablarme en tan claros términos en su misiva anterior. Estoy convencido de que ese acto no lo realiza muchas veces, y por tanto me considero un honrado por haber sido foco de sus atenciones.

En segundo lugar, disculparme si usted no se define como perteneciente al género femenino. Siendo un sentimiento debería serle asignado el género neutro y es sólo debido a las reglas gramaticales del castellano por lo que la asimilo como fémina.

Hechas tales aclaraciones, paso a exponerle, sin más preámbulos, el tema de mi escrito. Lamento profundamente perder el tono educado y conciliador de las líneas anteriores, pero con su comportamiento no me deja más remedio.

Aunque por tu propia Naturaleza puedas vivir en el interior de las personas y conocer sus más íntimos secretos, eso no te da ningún derecho a ir aireándolos como si nada pasara. Hacer lo que has hecho, y ya sabes a qué me refiero, ha sido una cabronada por tu parte. Si antes quería que te alejaras, ahora estoy decidido a sacarte a patadas de mi vida.

Actualmente me encuentro en una delicada situación emocional debido a todo lo que me ha pasado, pero poco a poco recupero el vigor y las fuerzas para afrontar cualquier revés que la vida pudiera plantearme en cualquier campo, tanto laboral, como familiar o sentimental. Reconozco que aun estoy débil y convaleciente, pero al igual que vi cuando las fuerzas me abandonaban, se reconocer cuando vuelven. Como dices, tendrás mucha experiencia en tocar los resortes de la infelicidad, pero sé sincera, eres una maldita cobarde que sólo toca a aquellos que se dejan. Prueba con alguien fuerte, y todo tu concimiento de la Naturaleza humana será inútil.

Estoy completamente convencido de poder expulsarte de mí sin más ayuda que mi propia determinación. Podré sobreponerme a la situación. Templaré mis ánimos. Relajaré mis impulsos. Me concentraré en lo que hago en cada momento, como si eso fuera lo único que existiera en el mundo. Me estudiaré y analizaré para evitar caer en tus manos en otra ocasión. No anularé mis sentimientos o mis pasiones, simplemente no me dejaré dominar por ellas.

Pero si no fuera suficiente, se en quién apoyarme para tal empresa. Ese es tu mayor enemigo, la gente que no lucha sola. Uno contra uno, eres poderosa. Pero en grupo, aunque sea de dos, podemos vencerte sin problemas.

Con todos los respetos

Yo

Te dejaré tranquilo

Me iré algún día, no muy tarde, y te dejaré tranquilo. Soy un ser solitario y nómada que por lo general no se queda demasiado tiempo en el mismo sitio. Debo confesar que, a veces, le tomo gusto a alguien y no lo abandono hasta mucho tiempo después, incluso hasta su muerte, pero no te preocupes: estas veces son las menos, y por ahora no eres ese tipo de persona al que le cojo gusto.

Siempre que visito a alguien, como a ti desde hace unas semanas, empiezo por hacerme una idea de qué podía esperarme. Tengo que planificar mi trabajo, ya que de lo contrario, no sería ni la mitad de efectivo de lo que me acusan, y desde los albores de la Humanidad he estado aquí con vosotros. En tu caso fue fácil, eres casi como un libro abierto donde lo único que tenía que hacer era leer, apretar ciertos resortes de lo más evidentes, y ¡voilà! a funcionar. De verdad que no se cómo puedes ser tan patético y dejar tantas puertas abiertas a los demás. Si sigues así, tendré que visitarte más a menudo hasta que aprendas a cerrarlas.

Al principio el progreso hacia tu estado de ánimo actual fue lento. Es de admirar lo fuerte que eres, lo admito. Pero tengo la experiencia acumulada de toda una vida al lado de la Humanidad, así que no me menosprecies. Intentabas volver a tu calma inicial, y yo intentaba que no llegaras, apretando un botón aquí y otro allá. Me costó, no creas que iba a desistir: sería la primera vez, y no estaba por la labor. Al final tu lucha fue inútil y caíste en mis garras.

¡Qué gozada! Has sido uno de mis trabajos más elaborados. El torbellino de pasiones que pude desatar en tí era de lo más variopinto. Estaban los clásicos que siempre he encontrado en las personas en tu misma situación: añoranza por lo que se deja atrás frente a la promesa de emociones de la nueva etapa, melancolía por lo que no pudo ser enfrentada a alegría por un sentimiento casi liberatorio. Pero en tu caso hay otros elementos que se apartan del canon preestablecido en estas situaciones, pero que tampoco le son demasiado extrañas: ilusión, desazón, ansiedad, ardor, confianza, decepción,... Creé un cóctel explosivo como pocas veces.

He de reconocer que no ha sido todo obra mía. Admite que has colaborado, aunque sea un poquito, poniendo otros sentimientos que me son ajenos, pero que reaccionan conmigo igual que las gotas de agua sobre el aceite hirviendo. No te preocupes, aunque yo tengo bastante maldad, soy honesto y no voy a desvelar lo que he visto aquí dentro. Eso es cosa tuya y de esa chica, quien quiera que sea, exista o no... Vaya, siento que te hayas puesto así, pero la maldad es lo que tiene...

Bien, voy a ir despidiéndome. Por ahora me estoy divirtiendo de lo lindo, pero como tengo mucho trabajo por ahí no creo que me quede mucho tiempo. Hasta que me vaya espero que disfrutes tanto como yo de lo que he desatado, y que te sea leve o, al menos, llevadero. Y por favor, para cuando me vaya, si no te cuidas y no tomas precauciones con tu interior, aumentas las posibilidades de que te vuelva a visitar más pronto que tarde. Anímate. Aunque interesante y con posibilidades, no eres mi tipo y no creo que me quede mucho tiempo. Aunque esto es algo que nunca he podido calibrar a priori.

Atentamente

Tu tristeza

Dos de los grandes

Amor se llama el juego
en el que un par de ciegos
juegan a hacerse daño
(Joaquín Sabina)

Será más divertido
cuando no me toque perder
(Fito Cabrales)

Definición

En algún lugar leí una vez esta definición: vergüenza es el sentimiento de la propia dignidad, del pundonor.

Miedo

Tengo miedo. De actuar y de estar pasivo. De moverme y de quedarme quieto. De hablar y de callarme. De todo y de nada en particular. Tengo miedo. Estoy aterrorizado.

Si me encuentro así es porque nunca he podido descubrir ningún patrón de actuación que sea exitoso en un cierto porcentaje significativo de situaciones. Me dejo llevar por mi impulso y fallo. Me fuerzo a actuar contra mi impulso y es peor. Si hablo, debería haberme callado. Si me quedo parado, debería haberme movido.

¿No tienes miedo? No me lo creo. Todos tememos algo de una forma tan irracional como los niños temen al Monstruo del Armario. Todos tenemos algo dentro de cada uno que provoca esta misma sensación de parálisis e inacción. Muchas de las oportunidades que he ido dejando pasar han sido por miedo. Muchos de los errores que he cometido han sido por miedo. Me ha hecho elegir, creer, me ha dominado, me ha controlado. Me he convertido en mi miedo.

Todos intentamos protegernos, todos nos escondemos, todos nos apartamos unos de otros. Estamos encerrados en nuestras corazas para que los golpes de fuera no nos alcancen, pero no vemos que esa misma coraza que nos protege, nos limita los movimientos. Estamos anquilosados por un permanente estado de vigilancia contra el resto de la humanidad. El hombre no ha perdido, en todos sus años de experiencia, esa rabia primitiva y animal que se desata cuando nos vemos atrapados, y que hace que ataquemos incluso a la mano que nos acaricia. Tenemos miedo de desatar esa rabia en los otros y que nos dañe. Y sabemos que los otros se protegerán así que tenemos miedo del dolor de nuestros golpes en las corazas ajenas. Todos tenemos miedo del dolor y del sufrimiento.

No quiero protección, ni corazas, ni escudos. Voy a enfrentarme a los demás tal como soy y me veo. Ojalá consiga que los demás se enfrenten a mí tal como son y los veo. Significaría que confían en mí. Y el miedo y la confianza nunca van de la mano.

El carrusel de las horas bajas

La vida gira como un carrusel desbocado al que tú no has podido subir. Te quedas en tierra, frustrado, llorando, desesperado porque crees que ese viaje es el último, y te vas a quedar sin probarlo. No desesperes, que habrá otro viaje para tí. Cómo puedo saberlo. No puedes, simplemente confía en ello. He confiado muchas veces y nunca ha pasado, no lo he podido probar. Si no confías, te irás y entonces a lo mejor te lo pierdes.

Y por eso te esperas, viendo nervioso que las horas pasan, el carrusel sigue cargando gente que ríe y se divierte, y tú sigues en tierra viendolos pasar e imaginando que eres quien ríe. La ilusión de ese sueño devuelve la sonrisa a tu rostro. La posibilidad de subir te da fuerzas para seguir.

Pero el sueño pasa pronto porque no puedes abstraerte a lo que ves, porque piensas que no es justo que otros puedan y tú no, porque crees que todos debemos tener las mismas oportunidades. Iluso de tí, la Naturaleza es cruel y despiadada. La expresión "la ley de la selva" es perfecta para describir esa situación sin más normas o moral que la del más fuerte, o el más listo. Y no eres ni suficientemente fuerte. Ni suficientemente pillo. Y sin maldad. Eres peor que una gacela, eres un paquete de carne cruda con la etiqueta "Comida para Leones" escrita en la frente.

Al final se hace de noche y no puedes subir, te tienes que ir a casa con las lágrimas rodando por las mejillas, la frustración de haber fallado una vez más, y la firme convicción de que nunca conseguirás un billete para la felicidad que otros, más afortunados que tú, saborean constantemente hasta derrocharla.

Ver que tus deseos no se hacen realidad es mucho más doloroso que cualquier pérdida que uno se pudiera imaginar. Todo aquello por lo que vale la pena luchar se desmorona como un castillo de naipes en cuanto la vida, con su agudo sentido de la inoportunidad, provoca un ligero soplo de aire.

Me duele. Me duele mucho. Me duele como ninguna otra cosa antes.

¡No te quejes!

Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.


Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.


(La vida es sueño, Calderón de la Barca)

Sueños (II)

Estoy en la sala del colegio de mi infancia, con las mismas mesas, los mismos carteles en las paredes, las mismas perchas,… Hasta casi huelo el mismo olor. En lugar de la mesa del profesor hay un féretro. Mi familia y amigos se sientan en los pupitres. ¿Sabes? es tu funeral, me dice mi cuñado sin reparos. Me acerco al féretro. Soy yo, pálido y blanquecino. Mi ex y mis hijos lloran desconsolados. No me lo creo hasta que vuelvo a mirar el cadáver. Sí, soy yo, y es mi funeral. Todas las flores son blancas, pero me fijo y están muertas y secas. El suelo está casi alfombrado de pétalos caídos.

Paso al servicio. Al mirarme en el espejo veo que estoy desnudo, pero nadie ha prestado atención a eso. Me lavo las manos y me mojo un poco la cara. En lugar de toalla hay una falda negra, larga y negra, con una mancha que casi no se ve cerca de la cintura. Me da un poco de reparo secarme en ella, así decido quedarme en pié delante del espejo hasta que se sequen mis manos.

Entonces la imagen del espejo empieza a distorsionarse, como en las atracciones de feria. Se estira a lo largo, luego vuelve a la normalidad y lo hace a lo ancho, ahora mi cara parece “El Grito” de Munich. Me toco la cara para ver si me pasa algo, aunque no sienta dolor, y noto algo duro dentro de la boca. Son mis dientes. Los escupo en el lavabo, entre ríos de sangre. Rompo a llorar, por rabia e impotencia. El espejo me refleja aun más distorsionado. No parezco yo. No me reconozco. Doy un puñetazo al cristal del espejo que se rompe en mil pedazos.

El dolor y la imagen de mis nudillos cortados es lo último que recuerdo antes de despertarme.

Mal cuerpo

Una de las sensaciones más desagradables para mí es la de haber metido la pata hasta el último pelo de la coronilla, o más vulgarmente, haberla cagado pero bien. Si encima soy consciente de que podría haberlo evitado, apaga y vámonos.

Cuando algo así sucede, empiezo un ejercicio autodestructivo y completamente inútil que se basa en darle vueltas a la situación en cuestión e intentar mirarla desde todos y cada uno de los puntos de vista que se me pudieran ocurrir. Es inútil porque, por muchas vueltas que le dé, está jodido. Es autodestructivo porque a cada vuelta la evidencia de que la he diñado es mayor. Las consecuencias son: ningún resultado práctico para mitigar la cagada, y un mal cuerpo que dura bastante tiempo.

Quizás tengo un sentido de la responsabilidad demasiado acuciado, intento que todo lo que hago salga bien (ya puestos a hacer algo, hagámoslo como toca), y me molesta bastante en mi amor propio, el que las cosas que hago no salgan como creo que deben salir. No creo que esto sea en sí ningún hábito pernicioso, sino todo lo contrario. Pero pago su precio con creces, con este mal cuerpo que se me queda después de haber metido la pata; aparte, claro está, de los abucheos que con todo el derecho del mundo me dedican los afectados.

Bien, cada vez que miro a ver qué tengo por aquí dentro, más cosas tengo que arreglar.

Sueños (I)

Ando solo por un túnel bastante largo, pero completamente recto. Puedo ver la luz al final. No es oscuro, veo las paredes esculpidas en roca. Es bastante ancho y alto, y puedo caminar sin problema. Tardo bastante en llegar al final.

Me recibe la luz del Sol, limpia y brillante. Es un bonito día. He salido a una especie de claro en la selva con una pequeña charca en el centro. Veo sapos que croan de forma ensordecedora. Un grupo de pequeños monos salen despavoridos cuando me ven salir del túnel. No conozco el camino, pero empiezo a andar entre los árboles. Cuando voy a apoyarme en una rama, me doy cuenta de que hay una gran tarántula y del sobresalto casi caigo al suelo.

Oigo un rugido y de entre unas matas surge un tigre. No sé cómo, pero tengo un cuchillo en la mano, grande y oxidado. No parece afilado y tiene algunas mellas. El tigre me mira y avanza. Empieza a correr. Está a pocos metros y salta sobre mí. Estoy completamente calmado, levanto el cuchillo y se lo clavo en el pecho. Miro el cadáver, que se llena de moscas en un momento.

Al final salgo de la selva y llego a una playa. El mar está tranquilo. Hay algo en la arena cerca de la orilla. Cuando me acerco veo que es un delfín agonizando. Cuando intento arrastrarlo al mar, se desata una tormenta. No tengo suficientemente fuerza para meterlo en el agua. No voy a poder salvarlo. El mar empieza a agitarse de forma violenta. Poco a poco muevo unos milímetros el delfín en dirección al agua, pero no es bastante. Una gran ola nos arrastra mar adentro.

Cuando me hundo me despierto en mi cama envuelto en sudor.

Tímido

Sólo tres veces en mi vida he reunido el suficiente valor, o la suficiente temeridad, para ponerme frente a una mujer y decirle lo que sentía. El resto de ocasiones he vivido en silencio el sufrimiento del rechazo o, mejor dicho, de la incertidumbre; aunque invariablemente se tornaba en la certeza de saber y constatar que no era yo el indicado.

La primera vez fue al final de mi adolescencia, el principio de la universidad. Era un año mayor que yo, y la describiré simplemente como deliciosa. Mi experiencia era nula, y sencillamente fui rechazado con una elegancia que aun hoy me deja pasmado. Pero sufrí mucho, muchísimo, demasiado, y todavía siento una punzada dentro de mí cuando lo recuerdo.

Algunos años después, volvió a pasar. Era una chica normal, en la que antes no me había fijado. Empecé a verla con otros ojos, e incluso quedamos una noche para celebrar el cumpleaños de su hermana junto al novio de su hermana. Parecía que todo iba bien, pero no fue así. Esta fue menos elegante. Pasó más rápido y no sufrí tanto.

La tercera vez fue con la que aun es mi esposa a la que acabo de dejar, aunque ahora tendré que llamarla mi ex. No se lo dije propiamente dicho porque no hizo falta. Me dio valor y confianza pensar que ella lo sabía sin que se lo dijera. Hoy soy consciente de que no se había dado cuenta, sino que se dejó llevar, igual que yo. Fuimos, igual que en la canción, un par de ciegos que juegan a hacerse daño, aunque lo descubrimos muy tarde.

Soy uno de los mayores tímidos que existen. De niño he sufrido risas, burlas, bromas de dudoso gusto, y un interminable etcétera de pequeñeces-calamidad, desde mi aspecto de niño gordito, hasta los amores infantiles que siempre surgen. Desde siempre abrirme a los demás es dejares la vía libre a cualquier cosa que me quieran hacer. Y con el sexo opuesto ha sido aun peor. Al final todo esto no ha hecho otra cosa que favorecer el que mi miedo sea, creo, de los mayores de este mundo, si acaso se pudiera comprobar con un miedómetro. Curioso que el patrón no se reproduzca en el trabajo, donde estoy cubierto por la obligación que el resto de gente tiene a trabajar conmigo.

¿Debe ser parte de mi terapia el coger el toro por los cuernos? Pienso que sí, pero no se cómo. Platón dijo “No hay hombre tan cobarde a quien el amor no haga valiente y transforme en héroe”. Veremos. Por ahora sólo puedo poner buenas intenciones aunque sin ningún tipo de confianza en el resultado final. Lo único que sé es que tú, imagen inalcanzable que mis ideas han construido a partir de retales de mis vivencias, estarás siempre conmigo. Por lo menos no estoy sólo.

Tú (II)

Por más que lo intento me es imposible impedir que mis pensamientos vuelvan a tí una y otra vez, suaves como la brisa del mar en las alas de las gaviotas, ardientes como las llamas que lamen los troncos de la hoguera, salvajes como una manada de lobos rondando a un cordero indefenso.

¿Quién eres? Eres todo lo que yo quiero conseguir, retales de deseos almacenados durante toda una vida escondido en una cueva donde, iluminado por una pobre hoguera, intentaba imaginar cómo sería el Sol y darle tu imagen. He salido de la cueva, pero por ahora aun es de noche.

Esperaré a que se haga de día.

Aunque parece que estoy curado, todavía me queda mucho camino por recorrer. Tengo que perder el miedo a hacer cosas que nunca he hecho.

Me he dado cuenta demasiado tarde de que te has metido tan dentro de mí como para poder sacarte fácilmente. Una vez libre de todo lo que hasta hace poco ha sido mi vida, todos los impusos que surgen desde lo más profundo de mi ser no tienen ningun freno, y a duras penas logro frenarlos para que no salgan. No porque sean perniciosos, ya que son lo más maravilloso que he sentido en mucho tiempo. Pero pueden romper de tan fuertes, pueden quemar de tan ardientes, pueden deslumbrar de tan luminosos, pueden envenenar si no se toman con cuidado, ... Todo esto me asusta. Que tú serías la persona perjudicada me aterroriza. El miedo al rechazo me paraliza. Y me he decidido a que el miedo no me domine.

Tengo que hacerlo. Lo diré al mundo entero. Que toda la humanidad sea testigo de lo que siento.

Harto

Estoy harto de ser sólo el mejor amigo de muchas mujeres que me gustan.

Qué buena y qué mala

Me relaja. Tiene el poder de relajarme. Normalmente no me agito y mantengo la calma siempre que me es posible, pero cuando me altero o me agito, es muy difícil tranquilizarme. Pero ella lo consigue. Consigue que con muy poco esfuerzo vuelva a mi cauce. Es fácil y rápido. ¿Qué más necesito?

Últimamente me he dado cuenta de que necesito relajarme más a menudo. Incluso aunque no me altere, la necesito. Hay veces que sin ella no puedo pensar. Otras veces el simple hecho de no tenerla me altera. Creo que empiezo a depender de ella.

No necesito otras drogas. Ésta es de carne y hueso.

Finalmente estoy solo

Yo sólo. Conmigo mismo. Con tiempo para todo. Mejor dicho, para gastar como mejor me parezca. Puedo hacer uso de toda la libertad del mundo. Puedo decidir lo que quiero, y lo que no quiero, y lo que hago, y lo que no voy a hacer. Tantas cosas que me da vértigo. No llega a ser miedo, ni siquiera temor. Es sólo la incomodidad del cambio y de la búsqueda de una nueva rutina para los asuntos menos trascendentes.

Pero compensa. Por ahora, compensa. Hasta que la nueva vida me agobie tanto como la que ahora acaba, voy a explorar todos y cada uno de los rincones de mi alma, y tocar todos los resortes de mi ser. No quiero a llegar a mis límites, ni batir ningún record, pero soy consciente de que hay partes de mí que no conozco, y quiero que dejen de estar en la oscuridad.

Si quieres, estás invitado a acompañarme en este viaje.