La nueva ley

A partir del día de la fecha de publicación de la presente, y con efecto inmediato, queda prohibida cualquier actividad emocional que esté destinada, por acción u omisión, intencionadamente o por descuido, a la aparición de lazos afectivos entre las personas más allá de los propios de la amistad o la familia, más conocidos por el denominador común de enamoramiento.

Tal medida no tiene otro fin que permitir alcanzar la libertad total de acción del individuo frente a nocivos influjos externos a su ámbito de responsabilidad. El dolor de alma, principal elemento distractor, y que tan común resulta en determinadas situaciones amorosas, queda apartado y deja de intervenir en la toma de decisiones óptimas del individuo destinadas al bien común de la sociedad.

Consecuentemente no se permitirá la toma de decisiones basadas en la intuición, sino que deberán fundamentarse en una estricta reflexión racional, que no emocional, para lo cual es de obligatorio uso el formulario adjunto, con el fin de justificar correctamente a uno mismo el proceso de razonamiento. Las consecuencias, tanto de la decisión como de la no-decisión, deberán estar justificadas hasta un tercer grado, con un mínimo de opciones consideradas, dependiendo del tipo de decisión según la tabla que figura al dorso.

Por último sólo recordar a todas las personas libres que tales medidas se han tomado tan sólo pensando en el beneficio común, tras observar las nefastas consecuencias que las decisiones tomadas por intuición o por enamoramiento tenían en el resto de congéneres.

Y cuando acabé de leer, me desperté bañado en sudor, temblando, aterrorizado. No puedo volver a dormir desde entonces.

Codicia

¿Os habeis parado a pensar en por qué nos gusta lo que nos gusta? Es asombroso, y hasta inquietante, el descubrir que, por mucho que nos propongamos, no podemos escapar de una jaula de cristal que nos limita el ámbito de actuación.

Nos gusta una camisa en el escaparate de una tienda, nos llama la atención el plato que sirven en la mesa de enfrente, queremos conducir el coche que nos adelanta en la autopista, ansiamos acostarnos con la chica que coge todos los días el mismo metro que nosotros.

¿Por qué tú? ¿Por qué yo? ¿Por qué no algo completamente diferente? Aquí está la respuesta: codiciamos lo que vemos, como astutamente dijo Hannibal Lecter a Clarice Starling.

No es para mí

Ha sido siempre este miedo que me ha atrapado las entrañas como unas tenazas infernales el que me ha impedido abrirme a ver mundo. He sentido un miedo visceral e irracional a todos aquellos que no conocía. De pequeño me protegía como podía de las burlas de todos, y al final he acabado escondiéndome de la gente. No quería que me miraran porque creía que lo siguiente sería que me señalaran con el dedo para alguna mierda de guasa a mi costa. No quería que supieran nada de mí porque una voz interior me decía que sería el siguiente tema de cotilleos y risitas en mi entorno.

Así he vivido tranquilo, odiando a todos los que me han llevado hasta aquí. Pero ahora, al final de la lista hay un nombre más: el mío. Me he negado demasiadas cosas. Me he reprimido muchos deseos. Me doy cuenta de que he aprendido del mundo mucho menos de lo que se puede. La vida. La experiencia. Todo eso hace que se te activen las neuronas. Y yo las tengo bastante dormidas, así que ahora pago las consecuencias. Nunca he considerado que fuera interesante o ingenioso o estimulante para nadie. Es algo que he dado por supuesto desde siempre, y la vida no me ha dado motivos para pensar de otra forma.

Es ahora, al darme cuenta que el alma es un ser diletante que no busca más que su propio placer, cuando siento una frustración infinita por el tiempo perdido. Todos buscamos algo que nos guste, y podemos adornarlo como queramos: interesante, estimulante, excitante, y todos los sinónimos que se puedan encontrar. Y no precisamente algo físico: el alma es mucho más difícil de contentar que el cuerpo, y siempre está en constante búsqueda de su propio placer, pase lo que pase. Siempre busca más. Siempre quiere más. Parece un parásito que devora todo aquello que encuentra apetecible. Pero es un parásito enfermo del máximo grado de masoquismo. Precisamente ese es, a mi entender, el mayor placer que busca el alma de una persona: ser devorado por otra alma que la encuentre apetecible.

Diálogo

- Déjate ir, arrastrado por la corriente, disfrutando del viaje, mecido por las olas. Si no te gusta donde llegas, siempre puedes volver al mar y dejarte llevar a otro sitio.
- ¿Y qué pasa si ves un paraiso, pero la corriente no te lleva allí? Ves tu sitio, tu Edén, el lugar donde quieres llegar, pero la corriente te separa de él, te controla, te dirige, te domina.

En busca de la felicidad

Cuando alguien habla de buscar la felicidad, pensamos siempre en encontrar una combinación de circunstancias externas que nos hagan agradable nuestra existencia. Queremos estar a gusto nosotros, con nuestra forma de vivir y de ser, y para eso buscamos unas circunstacias que no nos presionen, no nos limiten, no nos condicionen.

Hoy he saboreado otra forma de ser feliz, menos directa, más sugerente: saberte responsable, aunque sea en parte, de la felicidad de otro.

He conocido a alquien que...

... viajó diez años al extranjero por unas vacaciones de dos semanas
... tiene demasiadas señales de los golpes de la vida
... amó a hombres y mujeres por igual
... su amor de juventud supo demasiado tarde que nunca lo abandonó
... nunca sabrá que intentó suicidarse
... vivió sola en una isla diminuta como el Principito en su planeta
... odia la verdura pero vive obsesionada por las neveras
... os lo creais o no, es completamente normal

Jodida bici...

Cuando algo es tan repetitivo y trivial que casi da vergüenza explicarlo, solemos decir que "es como ir en bici, que nunca se olvida".

Una duda me quema el alma: ¿qué pasa con los que nunca hemos aprendido a montar en bici?

Reconocimiento

Cuando tienes razón, hay que dártela. Y qué jodido es pasar por eso.

La foto

No he sido nunca un gran aficionado al arte, ni me considero un experto, pero reconozco que me gusta visitar museos y exposiciones, y cuando voy de viaje me preparo una ruta con lugares interesantes para visitar.

Aquella era una tarde nubosa y fea como muchas otras de un mes primaveral más húmedo que de costumbre. Fui a visitar una exposición de un fotógrafo francés de los años 30 casi desconocido para el gran público, pero muy apreciado por los críticos. Me lo recomendó una amiga que sabía que, de lo contrario, me quedaría en casa carcomiéndome los sesos y dándole vueltas a mi vida.

La exposición en sí no era nada llamativa o espectacular. Retratos y escenas cotidianas de la gran ciudad, algunas vulgares y otras bastante acertadas. Casi a punto de dar por perdida la tarde, me impactó la foto de una mujer que se miraba en el espejo. Estaba tomada desde un lateral del espejo, así que ella no miraba directamente a la cámara, sino a un lado. Llevaba el pelo corto, desordenado, como recien levantada. Su mano izquierda se apoyaba en la nuca y miraba seria a su reflejo en el espejo, la cabeza ligeramente ladeada, investigando, buscando, descubriendo las marcas que una vida con demasiados reveses había dejado en una cara que, aunque atractiva, había conocido mejores épocas. Una mirada que hacía que casi te pudieras asomar a la vida de aquella mujer para descubrir todo lo que le había pasado.

Debería haber sido increíblemente bella de joven, los hombres habrían caído a sus pies por docenas; y ella, a pesar de los convencionalismos de la época, habría demostrado ser más viva e inteligente que el mundo que la rodeaba, sabiendo aprovechar el momento y experimentando todo aquello por lo que otras suspirarían en secreto. Pero como todo en esta vida, habría perdido poco a poco la ilusión por lo que tenía, dejándose llevar por una existencia que la superaba, hasta que aquella mañana, ese fotógrafo supo retratar la serenidad de rememorar todo aquello que fuimos y que añoramos recuperar antes de que sea demasiado tarde.

No lo pude aguantar, y volví a casa en silencio, donde rompí a llorar por no haber conocido más de aquella mujer.