Seguro que os es familiar

Recuerdo que un poco antes de que los mecanismos de defensa-escondite llegaron a mi vida, aparecieron las alarmas. Presentía cuando algo iba a ir mal. El miedo aparecía antes del daño. Nervios. Tensión. Manos sudadas... No acabo de averiguar si la defensa vino para evitar el daño o esa sensación de miedo.

Desde hace días estoy inquieto y no se por qué. Ni siquiera sé qué es lo que me inquieta. A veces siento un peso en la boca del estómago, una presión casi inaguantable, como una mano invisible que me apretara las entrañas. No duermo bien, tardo en dormir por las noches, cualquier ruido me sobresalta, me levanto terriblemente cansado, me pesan los párpados durante todo el día, pero las noches solitarias son crueles. Los fines de semana los paso casi siempre durmiendo: hasta tarde por la mañana, adormilado en el destartalado sillón junto a la ventana. Pero llega la noche y me quedo otra vez despierto. Pero por otro lado, hago vida austera, casi de monje. Pierdo el apetito. No me apetece nada.

Algo va a suceder. Lo sé. Y como no acabo de entender qué, tengo miedo. Otra vez.

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