Solo en el desierto

Cuando desperté descubrí que estaba desnudo, en medio del desierto, con un calor infernal, bajo un cielo abrasador y ante mí se desplegaban kilómetros y kilómetros de dunas y arena en todas direcciones. "¿Cómo he llegado aquí?", pensé. Había huellas a mi espalda, huellas de pisadas que se perdían tras una duna. Había llegado allí andando desde algún lugar.

Poco a poco empecé a recordar. Mi cabeza se aclaraba bajo el sol, y empezaba a vislumbar entre sueños que no hacía mucho estaba en un oásis en medio de ese mismo desierto.

Recuerdo que había pasado algunos días allí, descansando, comiendo dátiles, inundándome de vida, pero que poco a poco había comprendido que aquello no duraría siempre. Comía los dátiles más rápido de lo que crecían, así que se iban a acabar. Era cierto, sin necesidad de bola de cristal. Se acabarían y no había encontrado otra cosa que comer, así que yo también me moriría de hambre. Y si conmigo, el oásis en sí, porque sin dátiles, también moriría parte de su ser, de su esencia, de lo que era: un lugar virgen, donde la Vida surgía en medio de la nada sin ningún tipo de limitación, sin orden, sin control, salvaje... Dejaría de ser aquello que me había cautivado.

Así que decidí lo que creía mejor para los dos. Sin saber el camino, sin saber qué me pasaría, sin importarme siquiera el morir en el camino. Lo decidí para que aquel oásis me sobreviviera.

1 comentarios:

mas de mi que de... lirio

2 de octubre de 2008, 20:58

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