Tarde

Tenía seis años cuando sufrí la primera decepción que recuerdo en mi vida. Era un balón de fútbol, parecido al que algunos de mis compañeros de clase tenían, y que eran la envidia del resto.

Hoy, visto desde la distancia, y con la experiencia de una vida sufrida, no parece gran cosa, pero entonces ese balón lo era todo para mí. Soñaba con él, vivía por él, pensaba en él, era casi el centro de mi vida, suspiraba cuando pasaba frente a la tienda junto al colegio donde lo vendían, dejaba unos círculos de vaho cuando apoyaba la cara en el cristal.

Le pedí ese balón a mi padre. “Veremos” fue todo lo que contestó. Insistí durante semanas. Lloré, supliqué, rogué. “¿Le has preguntado a tu padre?” fue todo lo que saqué de mi madre. El tiempo pasaba y yo temía lo peor. Al final, Jaime, un compañero de clase, gordo y de padre rico, se llevó el último de la tienda.

Desde entonces, este es uno de mis más desesperantes aspectos, reaccionar siempre tarde a todo lo que de verdad me interesa.

1 comentarios:

Anónimo

22 de mayo de 2008, 5:15

Nunca es tarde para corregirlo.

Un beso, simplemente yo.